*A.A. en Acarigua-Araure*
El ingeniero forestal Carlos J. estaba recluido en el Hospital Psiquiátrico de Lídice en Caracas, el cual le dio el nombre al sector conocido como “El Manicomio”. La causa era su incontrolable forma de consumir alcohol. Medicado y con dosis de Antabuse, cuyo principio activo es el Disulfiran, utilizado para el tratamiento del alcoholismo crónico, a través de la sensibilidad aguda a esta bebida, enrojecimiento de párpados, palpitaciones, dolor de cabeza, náuseas, vómitos, sudor… Su médico tratante era de Dra. Negrín o Negrón, quien a decir del compañero, una vez desintoxicado y seco, le ordenó que fuese a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Recordaba el compañero: “Yo no quería, fui a consulta una semana. La Dra. le preguntó: ¿Fue a la reunión de Alcohólicos Anónimos?, y yo le respondí: No, no fui. Su alegato era que no saldría hasta que no fuese a las reuniones. Así pasaron dos o tres semanas. Y cuando me pregunto le volvió a responder que no, le dijo enfática: “¡Vuélvase allá con los otros locos!”
Entonces fue que Carlos J. asumió que no lo dejarían ir del manicomio sino asistía a las reuniones de AA. Y a decir de sus historial que escuchamos tantas veces, fue lo mejor que le pasó en su vida. Desde entonces nunca más volvió a consumir alcohol…
Inicialmente, al retornar a Acarigua, no había compañeros, ni grupos, ni literatura. Nada. Debía viajar a los grupos de Valencia al menos una vez al mes. La literatura de AA llegaba desde México o desde Colombia, enviada por compañeros a Venezuela. Recuerdo que muchas veces nos decía amablemente: “Ustedes tienen un privilegio que no saben: tener todo aquí cerca y fácil de adquirir… Quizás por eso lo aprecian poco”. Seguidamente relataba sus historias con su característica facilidad de palabra.
Le conocimos y al poco tiempo estaba compartiendo la torta de los veinte años en la comunidad de AA. Me parecía una luz de esperanza en medio de la desesperanza de la vida en el alcoholismo.
Gaspar R.+
Grupo Unidad.
Acárigua.
Área Portuguesa.